domingo, 26 de abril de 2009

MUJERES QUE INSPIRARON Y DIERON ORIGEN A MI VIDA SEXUAL

Sea este post para rendir homenaje a las mujeres que desde temprana edad, inspiraron en mí, mis primeros deseos.

MI PRIMA G.
Cuando tenía unos 8 años vivía en un edificio a donde frecuentemente nos visitaba unas primas ya mayores que yo, diría que tendrían 28 o quizás 30 años.
Una de esas tantas veces, sin proponérmelo, me ví de pronto mirando furtivamente y sin ser visto, la sala donde en esos mementos estaba esta prima. G. era una mujer deseada por muchos pretendientes por sus hermosas piernas y prominentes nalgas. Ese día vestía una falda que permitía desde mi punto de observación, ver en toda su magnificencia sus piernas.
Pasado el tiempo , ya cuando tenía unos 12 años experimenté la primera eyeculación al leer un libro de relatos explícitos sexuales y sin tocarme el miembro. Pasada la sorpresa de la primera y magnífica sensación de expulsión de semen de mis entrañas, seguí ya en el torbellino de las masturbaciones diarias y cada vez más frecuentes.
Un buen día, en plena fiesta familar, y estando en una sala contigua a la fiesta, G. entró a la sala y se sentó y con una desafiante invitación: “… siéntate a mi lado que no pellizco” casi me obligó a sentarme a su lado.
Seguidamente, mencionó que le dolían las piernas. Ese día G. usaba un vestido rojo que resaltaba su escultural cuerpo. Sin mediar palabra colocó su mano encima de mi verga y comenzó a estrujarla por encima del pantalón, luego sin más ni más bajo el cierre del mismo y extrajo mi verga que ya estaba dura y mojada. Rápidamente empezó a correr de arriba abajo mi verga y desafiando el peligro de ser sorprendidos y presagiando el final y la consiguiente venida, se llevó la verga a la boca y se tragó los chorros incontenibles de semen. Se limpió los labios con una servilleta y recomendando guardar confidenciablidad sobre lo sucedido, se retiró a seguir disfrutando la fiesta.
Fue mi primera mamada y a ella y a ella no siguieron otras más. Máxime lograba acariciar las nalgas, senos o piernas de G, sin embargo nunca disfrutamos de una noche de placer.
BERTHA
Bertha era una señora que hacía servicio de movilidad en el colegio primario donde estudié. Ya con las primeras sensaciones de mirar furtivamente a mi prima G. todos los días esperaba la salida del colegio para admirarle. Bertha era alta y de un cuerpo espectacular. Solía vestir minifaldas y medias de colores. Nadie se salvaba de ser un admirador de ella.
LA SEÑORA M.
M. era una señora joven, cercana a los 35 años, vecina y madre de un amigo de juegos por añadidura.
M. era enfermera de profesión y siempre tenía un gesto serio y circunspecto. Esa era la imagen que tenía de ella.
Sin embargo algo cambió un día. Al cambiar de colegio, tenía que tomar un bus todos los días de lunes a viernes a las 7.30 am.
Fueron dos años de la misma rutina que un buen día, casi al inicio del primer año de colegio que surgió algo nuevo. Al llegar al paradero, la señora M. estaba esperando la llegada del bus, el mismo que llegó a los minutos pero estaba lleno, pero como la hora le apremiaría, subió igual al bus y yo a continuación.
Ya arriba en el bus, terminé parado detrás de la señora M: y a los pocos minutos de avanzado el trayecto, el bus estaba repleto. Así que sin proponérmelo yo estaba frotándome en las nalgas de la señora. No dijo nada. Solo un rubor iluminaba sus mejillas, lo que reflejaba que la dureza de mi juvenil verga, era sentida en todo su esplendor.
Yo, para mi mala suerte, bajaba antes que ella exhausto y así fue durante dos años. Esa casualidad se convirtió en un goce diario, de lunes a viernes. Sin embargo cuando me encontraba con la señora M. los fines de semana por mi casa, ella miraba a otra lado o rehuía mi presencia. Así fue sin que alguna vez tuviéramos un encuentro más duradero.
R.
R. era una señorita que todos los días iba a visitar a una tía, en donde yo vivía. Era morena, ya arriba de los 40 años y buen cuerpo.
Todos los días pasaba y me tocaba mi sexo por encima de mi pantalón y no me daba chance para corresponder la caricia.
Un día, en el segundo piso estaba todo oscuro y ella en un cuarto buscaba algunas cosas. Con ese afán no sintió que yo había entrado o quizás sí pero hizo como no estar enterada.
Frente a mi estaba agachada agarrando unas prendas de vestir y con la falda subida, dejando ver sus bien torneadas piernas.
Sin más ni más, avance resuelto y la sujeté firmemente de las caderas y comencé a arremeterle las nalgas. Torpemente extraje mi verga y comencé a frotarla contra su cuerpo, pero mi inexperiencia hizo que no le penetrara. R. intento zafarse e incluso gritar pero continué hasta que la ansiedad me hizo venirme abundantemente en su falda. El espeso semen no tardó en chorrearse a sus piernas y yo aún jadeando abandoné la plaza y R. se fue al baño a borrar las huellas de mi impertinencia.
G. Y SU AMIGA PATRICIA
Ya a los 14 años y con toda las ganas propias de la edad, vivía con una prima GR. GR era un par de años mayor que yo pero muy desarrollada para su edad, tanto en el físico como en la mentalidad.
GR era de formas exuberantes, como a todo adolescente le gustaría tener en la intimidad. Sin embargo GR no daba mayor ocasión para acariciar nada, salvo algunos intentos fortuitos de acariciarle el trasero.
Un buen día fue a visitarle una amiga del colegio. Patricia se llamaba la joven. Era alta y de buenas piernas. Al llegar yo de la calle, las encontré sentadas en las escaleras del segundo piso.
Patricia estaba aún con la falda escolar y GR ya se había cambiado. GR me la presentó y se retiró dejándonos solos. Patricia me invitó a sentarme a su lado y yo ni corto ni perezoso ocupé el lugar que había dejado GR y sin mediar palabras comencé a acariciar las piernas y más arriba de ellas hasta apoderarme de su sexo. Patricia ya había sido desvirgada así que mi dedo ingresó a su conchita sin causar dolor. Todo lo contrario, conforme iba intensificando las caricias, sentía brotar de sus entrañas un líquido caliente y gomoso. Sucesivos orgasmos siguieron a mis caricias.
Cuando Patricia se incorporó yo tenía mi verga rampante apuntándole la entrada de sus sexo, pero en eso llegó GR y amenazándome con gritar, una vez más frustró mi primera penetración.

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