miércoles, 29 de abril de 2009

PILAR: DIOSA DEL FELLATIO








Por el año 1985 conocí a Mery, una mujer de unos 40 años que vivía en Lince y balanceaba su escaso presupuesto alquilando su recámara para disfrutar de un buen rato de placer con chicas recomendadas por ella. Luego de haber estado ya varias veces en su casa, me comentó de una mujer que frisaba los 30 años a quien ella llamaba “la chorrillana” pues vivía en Chorrillos, distrito de Lima. La mencionada mujer se llamaba Pilar y por la descripción que hizo Mery, a todas luces seria de mi agrado. Sin embargo luego de varias citas frustradas aún no había tenido el gusto de conocerle. Un buen día y de improviso recibí en mi trabajo una llamada del Doctor Segura, que era la clave con que ella llamaba haciéndose pasar como la secretaria del mencionado supuesto doctor. En esta llamada Mery me comunicaba que la tal Pilar ya estaba en su departamento y esperaba mi llegada si era posible. Yo inmediatamente pedí permiso con un pretexto y tomé un taxi desde el centro hasta la casa de la señora Mery. En el camino comencé a imaginar cómo sería aquel encuentro. Al llegar toqué el timbre eléctrico del edificio y Mery me abrió la puerta. Trepé ansioso las escaleras y en un santiamén ya estaba adentro del departamento. Mery me saludó y me reconvino a no hace ruido y a no hablar fuerte, cosa que aún hace. Al entrar al cuarto, Pilar estaba sentada en la cama, circunspecta, diría muy formalita. Mery me la presentó y a continuación salió de la habitación y cerro la puerta. El momento había llegado. Pilar era más hermosa de lo que Mery había comentado, costumbre de algunas mujeres al comentar sobre sus congéneres. Tenía un cabello castaño oscuro, con algunos “rayitos dorados”, largo y bien ondulado. Le pedí que lo soltará, pues lo tenía sujetado, y así lo hizo. Me acerqué y le tome de las manos y la hice ponerse de pie. Pilar vestía una falda discreta casi al ras de las rodillas pero aún así se podía adivinar que tenía unos muy hermosos muslos. Arriba traía una blusa blanca, recuerdo como si fuera ayer, y un saco de cuero.
Me puse detrás de ella, sujetándole las caderas y comencé a besarle el cuello; mientras mis manos acariciaban sus pechos. Pilar era una mujer muy sensual y rápidamente comenzó a excitarse, sin antes pedirme que no le dejará “huellas” pues era casada. Mi verga ya excitada, amenazaba con desbordar el pantalón y su dureza era sentida por Pilar que comenzó a menearse cadenciosamente a cada arremetida mía. Luego de un buen rato, tomé asiento en la cama y le pedí que se despojará de su ropa despacio. Así lo hizo. Pilar tenía un hermoso cuerpo. A pesar que tenía ya dos hijos, aún sus senos estaban bien erguidos y sus pezones duros y grandes invitaban a ser gozados. Pilar tenía aún el vientre bien trabajado como si hubiera ido al gimnasio un buen tiempo, una cintura estrecha y unas hermosas caderas. Le hice girar y quedé anonadado con sus hermosas y bien torneadas nalgas y unas piernas bien estilizadas pero no por ello delgadas. Me despojé la ropa rápidamente y ya desnudo comencé a besarle la espalda hasta llegar a las nalgas. Goloso di rienda suelta a mis incontenibles deseos y en esa posición –es decir de pie- comencé a penetrarle el sexo desde atrás. Pilar era un torbellino de deseos sin freno y yo gozaba con una conchita jugosa y deseosa de seguir siendo penetrada. Pero de pronto, Pilar entre sollozos y gemidos me pidió besarme el miembro. Dejé de penetrarle y me eché en la cama y Pilar se colocó entre mis piernas. Mi bien erguido y proporcionado falo fue engullido por una experta boca. Nunca hasta ese momento había sido “tratado” así por una mujer. Pilar era una experta mamadora de vergas a no dudarlo. Sometió a mi verga a un “tratamiento” exhaustivo de unos 30 minutos. Estando ya con los primeros estertores pre-eyeculatorios, Pilar se engulló mi verga y mamó hasta tomarse la última gota de semen y aún así siguió besando la cabeza y el frenillo de la verga prolongando el placer por un buen rato más A no dudar Pilar ha sido una de mis mejores amantes. Los encuentros con ella siguieron hasta 1987, en los que se mudó de Lima y regresó al cabo de 2 años; retomando nuestros encuentros con mayor intensidad hasta 1991, año que definitivamente la dejé de ver. A pesar de mi exigencia de penetrarle el ano, solo una vez dejó violar su estrecho ano. Según me dijo yo fui el primer en hacerlo y a no dudar así fue. La estrechez del mismo era tanto que sufría en cada penetración que recibió en aquella vez.

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