domingo, 26 de abril de 2009

ROSALIA: UN HOMENAJE AL SEXO HECHO MUJER-II

Al abrir la puerta, se quedó helada. Un apuesto joven de unos 19 años estaba parado absorto frente a ella con una cubeta con la botella y una fuente con 3 copas.
Ella sin salir aún de su asombro sólo atinó a hacerle pasar e instruirle que dejara el pedido en la mesa de la sala de la suite.
Una vez que hizo esto el joven, ella aún petrificada seguía parada al frente del joven quien la miraba con unos deseos incontrolables. Sin embargo esos deseos casi se congelan cuando vio entrar a la sala al esposo quien sin perder un ápice de tranquilidad, le preguntó que le parecía su esposa. El joven tartamudeando contestó que era muy bella y cuando iba a retirarse, una nueva sorpresa le iba a deparar su esposo a Rosalía.
Sujetó de brazo al fornido joven y con voz tranquila le pidió que le acariciara para lo cual ordenó, con voz severa a su esposa, que apoyara sus brazos en un sillón y sin doblar las rodillas y doblando sólo el torso ofreciera sus encantos a aquel joven. Su esposa sorprendida con la propuesta sólo obedeció. Luego ordenó al joven sacar su miembro viril y se pusiera un condón y penetrara como mejor le placiera a su mujer.
El joven, aún no repuesto de la sorpresa, procedió a hacer lo indicado y mostrando una verga poco común por su largo y grosor ya enhiesta, comenzó a penetrar desde atrás el sexo ardiente de Rosalía. Gemidos primero suaves y plañideros y luego fuertes gruñidos y profundos alaridos llenaban la sala.
El esposo sentado imperturbable en un sillón gozaba de ese espectáculo. Luego se paró y comenzó a filmar todo el encuentro amoroso.
Rosalía no aguantó mucho tiempo en sentir profundos orgasmos, como si el tiempo los hubiera almacenado hasta esa noche y en ese momento se desbordaban uno detrás de otro.
El esposo al percatarse que las rodillas de Rosalía flaqueaban, ordenó con voz severa pero firme que el joven, sujetara las poderosas caderas e intercalara duras arremetidas con un nalgueo incesante, cada vez más fuerte que puso las nalgas de un tinte rosado fuerte. El joven pero nada inexperto amante seguía penetrando sus trémulas carnes con un aguante sorprendente.
Sumida en un éxtasis profundo, Rosalía no se había percatado que el desconocido señor ya había llegado y contemplaba arrobado el imponente espectáculo que era el empalamiento que estaba siendo sujeto.
El joven al sentir las primeras convulsiones que presagiaban una próxima eyeculación, desmontó la verga del sexo de Rosalía y le hizo frente justo a la altura de la cara de ella. Procedió a quitarse el condón y segundos después, intensos chorros de esperma caían en la cara de Rosalía. Rosalía se estremecía de placer y estaba en un estado casi de inconciencia cuando el joven se retiró de la habitación.
Al recobrar la conciencia, con su mano secó el espeso semen que había derramado el joven en sus mejillas y frente .
Su esposo prácticamente le ordenó a acercarse donde brindaba con el caucásico hombre que sin perder tiempo comenzó a mordisquear los enhiestos pezones y a acariciar las nalgas con pasión.
Toda la noche hasta entrada la madrugada, el hombre la hizo gozar sin descanso, entretanto su esposo seguía filmando ese sin igual encuentro sexual. Ya casi para finalizar el mismo y estando Rosalía cabalgando sin freno sobre el desconocido, agitando los senos y lanzando aullidos de placer, el esposo se animó a participar. Separó las carnosas nalgas con las dos manos y desvirgó el ano de su mujer. Gruesas lágrimas de dolor y pasión salieron de los ojos de Rosalía y un extraño vigor renovado había vuelto en su esposo.

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