jueves, 30 de abril de 2009

ALGO REFINADO

Rosalía y JD creían haber experimentado muchas sensaciones y que poco ya les quedaba por experimentar, pero nuevas sorpresas les esperaban.
Un día se animaron a salir a una ciudad cercana y tomando un café conocieron a un hombre muy cordial que resultó director de cine en su país. Lo que más les impactó fue la seriedad del hombre aún ante las portentosas curvas de Rosalía, no mostró mayor ansiedad.
Aprovechando la confianza y buscando tentar al caballero, JD le preguntó si se animaría de filmar un corto de Rosalía.
Los ojos se le iluminaron al hombre que aceptó de muy buena gana. JD “inocentemente” sugirió hacer una película “porno”. El caballero llamado P. sonrió con picardía y dijo que él se ofrecía para buscar los actores.
JD no queriendo perder la oportunidad, sugirió que sean jóvenes musculosos y muy vergones. Rosalía reía de buena gana y poniendo las manos en las nalgas dijo que si no eran vigorosos no probarían esas delicias.
P. se ofreció a hacer una reunión en una casa de playa de un amigo y ante el beneplácito de la pareja quedaron que fuera lo más pronto posible.
P se despidió de la pareja pero JD sugirió mejor que fueran a tomar un trago, a lo que P aceptó de muy buena gana y ofreció su departamento para tal fin.
Ya en el departamento, P sacó una cámara fotográfica profesional y empezó a tomar fotos a la pareja y en especial a Rosalía, quien estaba vestida con unos pantalones de mezclilla, una blusa muy ceñida y calzaba unas botas negras bastantes altas.
P se regodeaba tomando fotos al trasero de Rosalía para lo cual le pedía que se posara en diferentes ángulos.
JD sugirió a Rosalía que se desvistiera a fin de que P pudiera gozar de sus curvas sin ropa. P abrió los ojos y aceptó de muy buena gana la propuesta.
Rosalía solo tenía una tanga brasileña pequeñísima y unas medias de variados colores que le llegaban hasta los muslos y hacían un juego magnífico con las botas.
P siguió tomando fotos pero en un momento imprevisto llamó a alguien con una campana. Al momento entró un camarero joven vestido de negro y con un pequeño látigo en las manos.
JD y Rosalía se sorprendieron pero no les disgustó la idea. P ordenó al joven prepararse para “algo bueno” y alcanzó un sillón especialmente diseñado, al parecer, para que alguien se arrodillara en él y apoyara las manos y cabeza en los brazos y cabecera del mismo.

P acomodó a Rosalía, separando bien las piernas y haciendo que elevara bien las caderas para que las nalgas estuvieran bien expuestas.
Lo que prosiguió a continuación fue algo escalofriante: el joven comenzó a castigar suave pero cadenciosamente las nalgas de Rosalía, intercalando los suaves contactos con recios latigazos.
Rosalía gemía de placer y de dolor, entretanto sus nalgas cobraban un color rojo cada vez más intenso. Esta práctica, a la que se le conoce como “spanking”, siguió por aproximadamente una hora.
Mientras esto ocurría, y para sorpresa de JD, llegaron 5 jóvenes de esculturales cuerpos y mostrando unas vigorosas vergas.
Rosalía fue sometida por los jóvenes a las más variadas posiciones sexuales. Dos se turnaban para penetrarla y los otros tres que quedaban libre le besaban todo el cuerpo.
A una orden de P. uno de los tres jóvenes que estaba libre en ese momento, se ubico detrás del que empalaba en ese momento a Rosalía y le atravesó el culo sin piedad y así ocurrió toda la noche, aquel que empalaba desde atrás el culo de Rosalía se sometía al rigor de enfrentar la verga de uno de sus amigos.
Esta reunión duró como 5 horas, al cabo de las cuales se fueron los 5 jóvenes y JD, P y Rosalía se sirvieron una deliciosa cena.

ELVIRA: UN CUERPO LLENO DE FUEGO



En mis tantas correrías, una amiga me comentó que tenía una amistad que quería conocer caballeros sin fines serios. Es decir sola para pasar un buen rato y disfrutar de encuentros sexuales. La idea me pareció extraordinaria y quedamos que fuera a su departamento a encontrarme con Elvira, que así se llamaba esta dama. Llegó el día convenido y fui a un departamento ubicado en una zona media de la ciudad. Llevé una botella de vino, el mismo que empezamos a brindar con Emma mientras llegaba Elvira. Luego de una breve espera llegó Elvira. Era una mujer de unos 35 años, de rasgos orientales y de un lindo cuerpo. Vestía un conjunto bastante recatado pero sus poderosas caderas no podían ser disimuladas. Usaba zapatos de tacón alto lo que la hacía más alta, mediría unos 1.70 m. Nos saludamos y Emma se disculpó de seguir acompañándonos pues tenía un compromiso. Dicho y hecho nos quedamos solos, sentados uno al lado del otro y brindando con un rico vino blanco heladito. Rápidamente congeniamos y aproveché una broma para tomarle la mano y medio en broma le dije que mejor sería si le tomara el muslo. Elvira aceptó el reto y me dijo que efectivamente. Sin más, aproveché la ocasión y ávido comencé a acariciarle no uno sino ambos muslos. Sus hermosas piernas estaban enfundadas en unas deliciosas medias de licra negra lo que hacía más sensuales las caricias. Los muslos firmes y bien trabajados lucían espectaculares. Elvira rápidamente se mostró excitada y no dudé un minuto en subir las caricias hasta su sexo. Afortunadamente no usaba pantyhose sino medias sujetas por un liguero. Así que fácilmente tomé posición de su caliente sexo y masturbé con avidez. No solo metí los dedos sino estimulaba su clítoris. Su sexo hervía de deseo y chorreaban sus jugos fuera del mismo. Elvira me besaba con pasión mientras sus mano ágiles me había sacado el sexo del pantalón y lo corría de arriba a abajo con furia. En un descuido de ella me liberé de sus besos y comencé a mamarle los senos, que eran pequeños pero con unos pezones grandes y duros por la excitación. Intensos gemidos llenaron la sala donde estábamos. Realmente Elvira era un volcán de pasiones. Con algo de esfuerzo logré zafarme por unos segundos de sus manos y de sus besos. Me saqué la ropa y le pedí que se pusiera de pie. Ya de pie, fue fácil desnudarla hasta dejarla en solo medias y ligueros: Era un espectáculo digno de un encuentro sexual como el que vivíamos en ese momento. La sometí a penetraciones en las más variadas formas y casi al finalizar me exigió que le “rompiera el culo”. Le puse en pose de “perrito” y le unté el ano con un gel y sin más ni más comencé a cabalgarla desde atrás, bien sujeto de sus caderas penetré su culo sin piedad. Aullidos de placer salían de lo más profundo de su ser. Nos revolcamos una y otra vez. Fue una noche y su madrugada de placer. Inolvidable Elvira con quien mantuvimos relaciones por unos largos 8 años.

miércoles, 29 de abril de 2009

PILAR: DIOSA DEL FELLATIO








Por el año 1985 conocí a Mery, una mujer de unos 40 años que vivía en Lince y balanceaba su escaso presupuesto alquilando su recámara para disfrutar de un buen rato de placer con chicas recomendadas por ella. Luego de haber estado ya varias veces en su casa, me comentó de una mujer que frisaba los 30 años a quien ella llamaba “la chorrillana” pues vivía en Chorrillos, distrito de Lima. La mencionada mujer se llamaba Pilar y por la descripción que hizo Mery, a todas luces seria de mi agrado. Sin embargo luego de varias citas frustradas aún no había tenido el gusto de conocerle. Un buen día y de improviso recibí en mi trabajo una llamada del Doctor Segura, que era la clave con que ella llamaba haciéndose pasar como la secretaria del mencionado supuesto doctor. En esta llamada Mery me comunicaba que la tal Pilar ya estaba en su departamento y esperaba mi llegada si era posible. Yo inmediatamente pedí permiso con un pretexto y tomé un taxi desde el centro hasta la casa de la señora Mery. En el camino comencé a imaginar cómo sería aquel encuentro. Al llegar toqué el timbre eléctrico del edificio y Mery me abrió la puerta. Trepé ansioso las escaleras y en un santiamén ya estaba adentro del departamento. Mery me saludó y me reconvino a no hace ruido y a no hablar fuerte, cosa que aún hace. Al entrar al cuarto, Pilar estaba sentada en la cama, circunspecta, diría muy formalita. Mery me la presentó y a continuación salió de la habitación y cerro la puerta. El momento había llegado. Pilar era más hermosa de lo que Mery había comentado, costumbre de algunas mujeres al comentar sobre sus congéneres. Tenía un cabello castaño oscuro, con algunos “rayitos dorados”, largo y bien ondulado. Le pedí que lo soltará, pues lo tenía sujetado, y así lo hizo. Me acerqué y le tome de las manos y la hice ponerse de pie. Pilar vestía una falda discreta casi al ras de las rodillas pero aún así se podía adivinar que tenía unos muy hermosos muslos. Arriba traía una blusa blanca, recuerdo como si fuera ayer, y un saco de cuero.
Me puse detrás de ella, sujetándole las caderas y comencé a besarle el cuello; mientras mis manos acariciaban sus pechos. Pilar era una mujer muy sensual y rápidamente comenzó a excitarse, sin antes pedirme que no le dejará “huellas” pues era casada. Mi verga ya excitada, amenazaba con desbordar el pantalón y su dureza era sentida por Pilar que comenzó a menearse cadenciosamente a cada arremetida mía. Luego de un buen rato, tomé asiento en la cama y le pedí que se despojará de su ropa despacio. Así lo hizo. Pilar tenía un hermoso cuerpo. A pesar que tenía ya dos hijos, aún sus senos estaban bien erguidos y sus pezones duros y grandes invitaban a ser gozados. Pilar tenía aún el vientre bien trabajado como si hubiera ido al gimnasio un buen tiempo, una cintura estrecha y unas hermosas caderas. Le hice girar y quedé anonadado con sus hermosas y bien torneadas nalgas y unas piernas bien estilizadas pero no por ello delgadas. Me despojé la ropa rápidamente y ya desnudo comencé a besarle la espalda hasta llegar a las nalgas. Goloso di rienda suelta a mis incontenibles deseos y en esa posición –es decir de pie- comencé a penetrarle el sexo desde atrás. Pilar era un torbellino de deseos sin freno y yo gozaba con una conchita jugosa y deseosa de seguir siendo penetrada. Pero de pronto, Pilar entre sollozos y gemidos me pidió besarme el miembro. Dejé de penetrarle y me eché en la cama y Pilar se colocó entre mis piernas. Mi bien erguido y proporcionado falo fue engullido por una experta boca. Nunca hasta ese momento había sido “tratado” así por una mujer. Pilar era una experta mamadora de vergas a no dudarlo. Sometió a mi verga a un “tratamiento” exhaustivo de unos 30 minutos. Estando ya con los primeros estertores pre-eyeculatorios, Pilar se engulló mi verga y mamó hasta tomarse la última gota de semen y aún así siguió besando la cabeza y el frenillo de la verga prolongando el placer por un buen rato más A no dudar Pilar ha sido una de mis mejores amantes. Los encuentros con ella siguieron hasta 1987, en los que se mudó de Lima y regresó al cabo de 2 años; retomando nuestros encuentros con mayor intensidad hasta 1991, año que definitivamente la dejé de ver. A pesar de mi exigencia de penetrarle el ano, solo una vez dejó violar su estrecho ano. Según me dijo yo fui el primer en hacerlo y a no dudar así fue. La estrechez del mismo era tanto que sufría en cada penetración que recibió en aquella vez.

SU PRIMER GANG BANG Y COMO ESTE SE TRANSFORMA EN SU PRIMER BUKKAKE










Gang Bang es un término con el que se le conoce al sexo masivo con la participación de varios hombres que a la vez mantienen un encuentro sexual con una mujer y el bukkake es un una práctica “sadomasoquista” de origen japonés en la cual varios hombres, muchos de preferencia, se masturban en un círculo ante una mujer arrodillada (vestida o desnuda) y luego expulsan su semen encima de ella, ya sea en su cara, senos, piernas. Con esta explicación, para alguien que no conoce estos términos, empiezo mi relato que se da inicio a raíz de un encuentro de JD con un amigo de antaño, que entonces ya era alto oficial de la Armada de su país. Ambos amigos fueron a cenar y en la conversación surgió la idea de organizar algo “novedoso”. El amigo a quien llamaremos A se acomedió a aprovechar una fiesta institucional, que se realizaría a bordo de un buque, a donde solo asistían oficiales de la Armada, es decir sin esposas, para que en plena fiesta se “aprovechara la coyuntura” y ocurriera lo que a continuación narraré. Llegó el día y aprovechando que se necesitaba un número artístico, se “invitó” a Rosalía para que fingiera ser una cantante, ya que ella lo hacía muy bien. Rosalía así lo hizo, para lo cual se puso un vestido negro de licra que con las justas cubría sus magníficas carnes. Los oficiales, que en su mayoría eran jóvenes, aplaudían a rabiar y no tardaron de aprovechar la ocasión para bailar intercaladamente con Rosalía. A quien era el oficial de más alta graduación, en un momento dado tomó el micrófono e invitó a su lado a Rosalía y le pidió que mostrara sus curvas al auditorio, que vitoreó la iniciativa. Rosalía ni corta ni perezosa empezó a bailar antes los jóvenes oficiales, que sumaban unas dos docenas, y empezó a despojarse del vestido hasta quedar en tan solo una minúscula tanga y unas primorosas medias negras que le cubrían bien arriba de los muslos. JD sugirió a A que no quedara ahí la cosa y que disciplinadamente los jóvenes se despojaran de su uniforme y formaran alrededor de Rosalía. Así lo ordenó A a sus subalternos y en pocos minutos los 24 jóvenes mostraban sus vergas a una ansiosa Rosalía que empezó a mamar ansiosamente las enhiestas armas de estos hombres y claro no solo usaba su ya experta boca sino que con ambas manos tomaba las vergas que le quedaban cerca. Luego de varios minutos, otras vergas eran mamadas y otros esperaban su turno. No tardaron en llegar las primeras eyeculaciones: algunos se vinieron en la boca de Rosalía, otros atinaron solo a venirse en la cara, espalda y pechos de ella. Luego de unas dos horas de intensos fellatios, Rosalía quedó totalmente mojada: chorros de semen resbalaban por su rostro y por todo su cuerpo. Pero ahí no terminó la noche. Los jóvenes fuertes y bien entrenados físicamente se repusieron del esfuerzo inicial y comenzaron a penetrarla de dos en dos: su sexo y su ano no tuvieron descanso por largas 5 horas más. Ya eran las 5 de la mañana y los primeros rayos de sol se asomaban y Rosalía aún seguía delirando de placer; de los 24 jóvenes que habían empezado la “batalla” aún quedaban 5 que se disputaban las hermosas nalgas de Rosalía para penetrarle el ano, que a pesar de la intensa noche de penetraciones a la que había sido expuesto, aún ajustaba lo suficiente como para enervar los aún ardientes sexos de los jóvenes. JD y Rosalía se quedaron a dormir esa mañana en el camarote de A, en tanto que los 24 jóvenes recibieron un reparador día de licencia

UN NUEVO ENCUENTRO, NUEVAS SENSACIONES


Pasada la visita a la mansión y creciendo los deseos por nuevas sensaciones; la pareja empezó a buscar otras alternativas. Sabiendo que en un balneario próximo, en una ciudad fronteriza, podían encontrar alternativas sin tener que poner en riesgo su intimidad; se dirigieron allá un fin de semana. Llegaron a un resort a donde iban muchos extranjeros. En la recepción cruzaron miradas con un hombre de edad ya avanzada, diríamos unos 70 años, quien caballerosamente les saludó con una venia. Rosalía vestía un pantalón ceñido al cuerpo y un top que dejaba ver su voluminoso busto a la par que no tapaba la zona baja de su cuerpo. Luego de registrarse subieron a su habitación y grande fue su sorpresa al constatar que el caballero al que habían visto en la recepción subía con ellos en el ascensor y luego mayor fue su sorpresa al constatar que era vecino suyo. JD, el esposo de Rosalía, rápido pensó que este caballero era la “presa” ideal para un fin de semana lleno de emociones fuertes; pero la duda era si este señor era suficientemente capaz de aguantar el arrollador ritmo que imponía Rosalía a sus encuentros sexuales. Sin embargo, pensó JD, esto no era un limitante. Si no era capaz, nada habrían perdido. Sin embargo algo le hacía presumir a Rosalía que aquel hombre ya mayor, podría ser el amante que estaba buscando para satisfacer sus cada vez más demandantes deseos de placer. A fin de ver la posibilidad con el “vecino de habitación”, JD averiguó su número de extensión telefónica y le llamó. Le invitó a tomar un trago en su suite a lo que el señor agradeció y prometió estar a la hora convenida. Para ello Rosalía se puso una minúscula minifalda roja que había comprado para ese fin de semana y una blusa negra, cuyos encajes dejaban ver sus espléndidas tetas. A las 8 de la noche, tocaron el timbre de la suite y la encargada de abrir fue Rosalía. El caballero entró y saludó muy respetuosamente con un beso en la mano de la dama y elogiando su belleza. Rosalía lucía un par de medias, tipo “fishnet” que hacían más llamativas aún sus bien torneadas piernas. JD salió a la sala de la suite y saludó a R, así se llamaba el visitante de esa noche. Se sentaron en los sillones de la sala y por indicación de JD, Rosalía se sentó al lado de R y él frente a ellos. Luego del brindis, JD puso música bailable en el canal de música de la habitación, mientras Rosalía no dejaba de ser observada por R. A fin de darle un poco de confianza a R, JD pidió permiso para hacer unas gestiones en la recepción del hotel e invitó a R a permaneces en la suite compartiendo con su esposa. Al verse ya solo, R no tardó en empezar a acariciar las piernas de Rosalía, quien hizo un intento poco creíble de frenar a R quien más bien aprovechó para arrodillarse entre las piernas de Rosalía, subirle algo la falda que de por si ya dejaba ver gran parte de las piernas y comenzar a lamerle el sexo. Rosalía no pudo aguantar ya las embestidas de R y comenzó a gemir con fuerza a cada arremetida contra sus labios, su clítoris en tanto que las manos de R ya se había posesionado de sus nalgas y las apretaban con una furia salvaje. Los 70 años de R no fueron ningún contratiempo para proporcionarle a Rosalía de intensas caricias. R aprovechó una pequeña pausa para sacarse el pantalón dejando ver una magnífica verga, con una cabeza prominente y roja; un lomo grueso y lleno de gruesas venas y un par de testículos grandes. JD aparentemente “demoró” unas dos horas en regresar aunque la verdad era que estaba en la habitación contigua mirando como su mujer era penetrada con furia no solo por la vagina sino también repetidas veces por el culo, aguantando a pie firme los ataques de una verga inmensa. Fingiendo regresar, JD entró a la suite y “encontró” a su mujer mamando con desesperación la verga a R. JD al mirar este cuadro; se desvistió y exigió el mismo “tratamiento”. R ya parecía terminar por lo que le tomó del cabello a Rosalía y penetraba su boca más intensa y profundamente. De pronto en el rostro de R se vieron los estertores propios de un orgasmo y la boca de Rosalía se lleno del viscoso elixir que al no poder ser contenido en la boca comenzó a chorrear por las comisuras de los labios. R fue amante “oficial” de Rosalía por un buen tiempo, unos 8 meses pero sus exagerados celos y las necesidades apremiantes de amantes más “rendidores” hizo que se acabara este romance.

martes, 28 de abril de 2009

LA PRIMERA NOCHE SW DE ROSALIA

















A este hecho impactante en la vida de Rosalía, prosiguieron días de nuevo rutinarios pero era la quietud que antecede a una tormenta. Su esposo había estado averiguando un lugar en donde pudiera dar rienda suelta a sus más bajas pasiones y afiebradas imaginaciones: hasta había pensado en publicar un aviso en donde ofrecería a Rosalía como una call girl cualquiera.
Si embargo, la suerte estuvo del lado de ellos. Un día alguien les comentó que en una cuidad cercana organizaban en mansiones privadas reuniones que terminaban en orgías sin control. Con mucho interés logró ubicar una de estas casas y finalmente logró que alguien conocido les hiciera llegar una invitación.
Estas fiestas eran organizadas por un magnate que invitaba solo a parejas o en su defecto mujeres solas. Como era con invitación privada, quien invitaba era el responsable de invitar a mujeres hermosas y deseosas de mucho placer: dos requisitos indispensables.
La condición para permanecer en la mansión era que una vez adentro, los hombres deberían estar completamente desnudos y las mujeres también o lucir sus cuerpos en ropa interior.
Es así que un sábado, Rosalía y su esposo fueron a esa ciudad, se alojaron en un motel y ahí se cambiaron de ropa. Rosalía se puso un vestido de licra que con las justas lograba cubrirles sus carnosas nalgas pero si dejaba entrever los encajes de las medias. Como el vestido era tan apretado, con las justas pudo ponerse una tanga hilo dental y dejó de usar brasiere. Sus senos eran contenidos con las justas por el escote profundo del vestido. Su esposo JD. se puso ropa deportiva y así fueron a la reunión. Previo a ello, JD sometió a una sesión masturbatoria de casi una hora a Rosalía, a fin de que llegara a la reunión con todos los sentido ya desbordados.
Al llegar a la mansión un guardia de seguridad, les solicitó la invitación y al mostrársela, se les permitió el ingreso a la misma. Al llegar al salón de recepción fueron recibidos por una señora ya madura pero de exquisitas formas, quien les dio la bienvenida y les puso al tanto de las normas de conducta durante la fiesta. Desde ya les advirtió que el personal de servicio solo era para ello y que no participaban en ningún juego sexual con los invitados. Algo lamentable, pensó JD, pues nomás al girar la cabeza vio a dos camareras con unos cuerpos impresionantes, en tan solo tangas y medias negras, desplazándose por la sala.
Con las advertencias del caso, entraron a la casa y lo primero que vieron fue a un corpulento hombre de raza negra sentado en un sillón de cuero y arrodillada junto a él a una mujer de unos 30 años, que mamaba su enorme verga con unos deseos inconmensurables. Detrás de ella estaba una mujer también negra, de porte andrógino, que la empalaba por el culo con una verga artificial sujetada con un arnés.
Avanzaron un poco más y de la sala principal, surgieron voces alborotadas. Se acercaron al ruedo y vieron como un hombre de baja estatura ofrecía en remate el hasta entonces ano virgen de una mujer de talla mediana, piel muy blanca, cabello largo y negro y de un cuerpo escultural. Enormes senos vencían la gravedad y se sostenían firmes y terminados en unas aureolas rosadas y largos y erectos pezones. La cintura de esta mujer era sorprendentemente estrecha y ello hacía más espectaculares sus caderas. Las piernas blanquísimas desnudas entreabiertas mostraban un sexo totalmente depilado.
A una orden del hombre, la mujer se dio vuelta y dejó a expensas de una jauría de hombres que ardían en deseos, unas impresionantes nalgas. La mujer se agachó dando espaldas al auditorio y de las gargantas de los hombres salieron rugidos de placer. La mujer haciendo caso omiso a tanto alboroto, abrió las nalgas y dejó al descubierto un ano rosado a todas luces virgen. Antes de seguir, el hombre explicó el procedimiento del remate y para dar pruebas de la virginidad de la joven, invitó a alguien del grupo a que subiera al escenario. Un hombre de edad ya madura fue el elegido y se le alcanzó un frasco con un gel con el que se untó el dedo y procedió a meter el dedo en el estrechísimo ano de la mujer. Un intenso gemido se escuchó en el salón, en ese momento en total silencio. Ni corto ni perezoso, el hombre siguió metiendo y sacando su dedo en el virginal ano hasta que entre aplausos y rugires bajó del escenario.
Para ese entonces Rosalía ya se había despojado de su vestido y entremezclada entre una casi totalidad de caballeros, comenzó a ser parte del “remate”.
Un hombre al darse cuenta de la presencia de Rosalía se acercó a ella y se colocó detrás de ella y comenzó a frotar su miembro en las nalgas de Rosalía. No se atrevió a penetrarla pero solo el constante sobajeo hizo que en pocos minutos, se viniera sobre ellas. Como los chorros de semen habían sido varios, algunos de ellos llegaron a mojar las medias y hasta los zapatos de Rosalía.
La constante puja por el virginal ano, animó a Rosalía y luego de una intensa competencia, para la sorpresa de todos los hombres, el ganador no era un hombre, sino una ganadora, Rosalía.
Subió al escenario y ante las exigencias de los espectadores fue casi “obligada” a besar a la mujer que había sido “sujeto de remate”. Sin embargo no fue solo un beso. Las pasiones se desbordaron y a cada beso y a cada caricia era correspondida con ardor por la dama y así delante de todos sostuvo un frenético encuentro amoroso. Su esposo miraba con sumo placer todo lo que ocurría en el escenario.
Pero en medio de ese encuentro lésbico, subió el hombre negro que Rosalía y JD habían visto al entrar y sin más ni más, cargó en cada uno de sus hercúleos brazos a ambas damas y las bajó del escenario y se las llevó a un cama que estaba en un cuarto contiguo.
El grupo de caballeros se dispersó y el único que les siguió fue JD, quien fue testigo de cómo salvajemente fueron penetrados los sexos y los culos de ambas. La dureza de la verga de ese hombre era digna de todo un record y a pesar de haber tenido por lo menos 5 eyeculaciones, siguió haciéndoles gozar a las dos.
Al rayar las primeras claridades del día, Rosalía y JD salieron de la mansión, totalmente satisfechos pero en el que había sido escenario del aquel remate anal, una mujer algo gordita estaba de rodillas en medio de un grupo de hombres que se masturbaban sin cuartel. Esta mujer a su vea mamaba las vergas que tenía a su alcance no importando si eran dos o tres a la vez. Se acercaron para ver el final y entre gemidos de la mujer y gritos de los caballeros, la mujer era bañada inclemente por espesos chorros de semen disparados por todos los ángulos. 12 hombres arrojaron su semen sobre la cara, senos, espalda y hasta las piernas de la mujer quien solo vestía un hilo dental y unos zapatos de charol rojos.
Con este espectáculo en sus retinas, Rosalía y JD abordaron su auto y se retiraron de aquella mansión.

domingo, 26 de abril de 2009

MUJERES QUE INSPIRARON Y DIERON ORIGEN A MI VIDA SEXUAL

Sea este post para rendir homenaje a las mujeres que desde temprana edad, inspiraron en mí, mis primeros deseos.

MI PRIMA G.
Cuando tenía unos 8 años vivía en un edificio a donde frecuentemente nos visitaba unas primas ya mayores que yo, diría que tendrían 28 o quizás 30 años.
Una de esas tantas veces, sin proponérmelo, me ví de pronto mirando furtivamente y sin ser visto, la sala donde en esos mementos estaba esta prima. G. era una mujer deseada por muchos pretendientes por sus hermosas piernas y prominentes nalgas. Ese día vestía una falda que permitía desde mi punto de observación, ver en toda su magnificencia sus piernas.
Pasado el tiempo , ya cuando tenía unos 12 años experimenté la primera eyeculación al leer un libro de relatos explícitos sexuales y sin tocarme el miembro. Pasada la sorpresa de la primera y magnífica sensación de expulsión de semen de mis entrañas, seguí ya en el torbellino de las masturbaciones diarias y cada vez más frecuentes.
Un buen día, en plena fiesta familar, y estando en una sala contigua a la fiesta, G. entró a la sala y se sentó y con una desafiante invitación: “… siéntate a mi lado que no pellizco” casi me obligó a sentarme a su lado.
Seguidamente, mencionó que le dolían las piernas. Ese día G. usaba un vestido rojo que resaltaba su escultural cuerpo. Sin mediar palabra colocó su mano encima de mi verga y comenzó a estrujarla por encima del pantalón, luego sin más ni más bajo el cierre del mismo y extrajo mi verga que ya estaba dura y mojada. Rápidamente empezó a correr de arriba abajo mi verga y desafiando el peligro de ser sorprendidos y presagiando el final y la consiguiente venida, se llevó la verga a la boca y se tragó los chorros incontenibles de semen. Se limpió los labios con una servilleta y recomendando guardar confidenciablidad sobre lo sucedido, se retiró a seguir disfrutando la fiesta.
Fue mi primera mamada y a ella y a ella no siguieron otras más. Máxime lograba acariciar las nalgas, senos o piernas de G, sin embargo nunca disfrutamos de una noche de placer.
BERTHA
Bertha era una señora que hacía servicio de movilidad en el colegio primario donde estudié. Ya con las primeras sensaciones de mirar furtivamente a mi prima G. todos los días esperaba la salida del colegio para admirarle. Bertha era alta y de un cuerpo espectacular. Solía vestir minifaldas y medias de colores. Nadie se salvaba de ser un admirador de ella.
LA SEÑORA M.
M. era una señora joven, cercana a los 35 años, vecina y madre de un amigo de juegos por añadidura.
M. era enfermera de profesión y siempre tenía un gesto serio y circunspecto. Esa era la imagen que tenía de ella.
Sin embargo algo cambió un día. Al cambiar de colegio, tenía que tomar un bus todos los días de lunes a viernes a las 7.30 am.
Fueron dos años de la misma rutina que un buen día, casi al inicio del primer año de colegio que surgió algo nuevo. Al llegar al paradero, la señora M. estaba esperando la llegada del bus, el mismo que llegó a los minutos pero estaba lleno, pero como la hora le apremiaría, subió igual al bus y yo a continuación.
Ya arriba en el bus, terminé parado detrás de la señora M: y a los pocos minutos de avanzado el trayecto, el bus estaba repleto. Así que sin proponérmelo yo estaba frotándome en las nalgas de la señora. No dijo nada. Solo un rubor iluminaba sus mejillas, lo que reflejaba que la dureza de mi juvenil verga, era sentida en todo su esplendor.
Yo, para mi mala suerte, bajaba antes que ella exhausto y así fue durante dos años. Esa casualidad se convirtió en un goce diario, de lunes a viernes. Sin embargo cuando me encontraba con la señora M. los fines de semana por mi casa, ella miraba a otra lado o rehuía mi presencia. Así fue sin que alguna vez tuviéramos un encuentro más duradero.
R.
R. era una señorita que todos los días iba a visitar a una tía, en donde yo vivía. Era morena, ya arriba de los 40 años y buen cuerpo.
Todos los días pasaba y me tocaba mi sexo por encima de mi pantalón y no me daba chance para corresponder la caricia.
Un día, en el segundo piso estaba todo oscuro y ella en un cuarto buscaba algunas cosas. Con ese afán no sintió que yo había entrado o quizás sí pero hizo como no estar enterada.
Frente a mi estaba agachada agarrando unas prendas de vestir y con la falda subida, dejando ver sus bien torneadas piernas.
Sin más ni más, avance resuelto y la sujeté firmemente de las caderas y comencé a arremeterle las nalgas. Torpemente extraje mi verga y comencé a frotarla contra su cuerpo, pero mi inexperiencia hizo que no le penetrara. R. intento zafarse e incluso gritar pero continué hasta que la ansiedad me hizo venirme abundantemente en su falda. El espeso semen no tardó en chorrearse a sus piernas y yo aún jadeando abandoné la plaza y R. se fue al baño a borrar las huellas de mi impertinencia.
G. Y SU AMIGA PATRICIA
Ya a los 14 años y con toda las ganas propias de la edad, vivía con una prima GR. GR era un par de años mayor que yo pero muy desarrollada para su edad, tanto en el físico como en la mentalidad.
GR era de formas exuberantes, como a todo adolescente le gustaría tener en la intimidad. Sin embargo GR no daba mayor ocasión para acariciar nada, salvo algunos intentos fortuitos de acariciarle el trasero.
Un buen día fue a visitarle una amiga del colegio. Patricia se llamaba la joven. Era alta y de buenas piernas. Al llegar yo de la calle, las encontré sentadas en las escaleras del segundo piso.
Patricia estaba aún con la falda escolar y GR ya se había cambiado. GR me la presentó y se retiró dejándonos solos. Patricia me invitó a sentarme a su lado y yo ni corto ni perezoso ocupé el lugar que había dejado GR y sin mediar palabras comencé a acariciar las piernas y más arriba de ellas hasta apoderarme de su sexo. Patricia ya había sido desvirgada así que mi dedo ingresó a su conchita sin causar dolor. Todo lo contrario, conforme iba intensificando las caricias, sentía brotar de sus entrañas un líquido caliente y gomoso. Sucesivos orgasmos siguieron a mis caricias.
Cuando Patricia se incorporó yo tenía mi verga rampante apuntándole la entrada de sus sexo, pero en eso llegó GR y amenazándome con gritar, una vez más frustró mi primera penetración.

ALGO SOBRE EL FELLATIO

Un blogg de un diario local, de Esther Vargas, da una serie de consejos para un FELLATIO INNOLVIDABLE (http://blogs.peru21.pe/sexonosex/2009/04/instrucciones-para-un-fellatio.html)
Sin embargo se queda al final (eyeculación masculina) que en verdad es el inicio de nuevas sensaciones.
A que voy? Bueno una vez que una ansiosa boca ha logrado sacar un “polvo”, es momento de intensificar el “tratamiento”. La cabeza y en especial el borde de la misma y el frenillo están súper excitados y hay que aprovechar para seguir pasando la lengua en esas zonas. Esto hará que la dureza a punto de perderse o perdida luego de la expulsión del semen, vuelva a su máximo esplendor య renovadas sensaciones invadan a la pareja masculina.
También hay un detalle en el cual no se ha incidido mucho que durante el fellatio, la mujer dé adicionales de placer y que mejor que pellizcar las tetillas de su pareja con una mano y con la otra penetre el ano del hombre y acaricie el punto G masculino, es decir la próstata.
Y si una mujer puede brindar tantos placeres, mejor si son dos. Una segunda mujer no será la tercera en discordia, sino más bien podrá intercalar la “ardua “ labor mamar y si ese“open mind” podrá excitar a la vez a la otra mujer o en su defecto, mordisquear las tetillas o en el ano al hombre mientras la primera se concentra en mamar.
Salvo mejor parecer¡¡¡

ROSALIA: UN HOMENAJE AL SEXO HECHO MUJER-II

Al abrir la puerta, se quedó helada. Un apuesto joven de unos 19 años estaba parado absorto frente a ella con una cubeta con la botella y una fuente con 3 copas.
Ella sin salir aún de su asombro sólo atinó a hacerle pasar e instruirle que dejara el pedido en la mesa de la sala de la suite.
Una vez que hizo esto el joven, ella aún petrificada seguía parada al frente del joven quien la miraba con unos deseos incontrolables. Sin embargo esos deseos casi se congelan cuando vio entrar a la sala al esposo quien sin perder un ápice de tranquilidad, le preguntó que le parecía su esposa. El joven tartamudeando contestó que era muy bella y cuando iba a retirarse, una nueva sorpresa le iba a deparar su esposo a Rosalía.
Sujetó de brazo al fornido joven y con voz tranquila le pidió que le acariciara para lo cual ordenó, con voz severa a su esposa, que apoyara sus brazos en un sillón y sin doblar las rodillas y doblando sólo el torso ofreciera sus encantos a aquel joven. Su esposa sorprendida con la propuesta sólo obedeció. Luego ordenó al joven sacar su miembro viril y se pusiera un condón y penetrara como mejor le placiera a su mujer.
El joven, aún no repuesto de la sorpresa, procedió a hacer lo indicado y mostrando una verga poco común por su largo y grosor ya enhiesta, comenzó a penetrar desde atrás el sexo ardiente de Rosalía. Gemidos primero suaves y plañideros y luego fuertes gruñidos y profundos alaridos llenaban la sala.
El esposo sentado imperturbable en un sillón gozaba de ese espectáculo. Luego se paró y comenzó a filmar todo el encuentro amoroso.
Rosalía no aguantó mucho tiempo en sentir profundos orgasmos, como si el tiempo los hubiera almacenado hasta esa noche y en ese momento se desbordaban uno detrás de otro.
El esposo al percatarse que las rodillas de Rosalía flaqueaban, ordenó con voz severa pero firme que el joven, sujetara las poderosas caderas e intercalara duras arremetidas con un nalgueo incesante, cada vez más fuerte que puso las nalgas de un tinte rosado fuerte. El joven pero nada inexperto amante seguía penetrando sus trémulas carnes con un aguante sorprendente.
Sumida en un éxtasis profundo, Rosalía no se había percatado que el desconocido señor ya había llegado y contemplaba arrobado el imponente espectáculo que era el empalamiento que estaba siendo sujeto.
El joven al sentir las primeras convulsiones que presagiaban una próxima eyeculación, desmontó la verga del sexo de Rosalía y le hizo frente justo a la altura de la cara de ella. Procedió a quitarse el condón y segundos después, intensos chorros de esperma caían en la cara de Rosalía. Rosalía se estremecía de placer y estaba en un estado casi de inconciencia cuando el joven se retiró de la habitación.
Al recobrar la conciencia, con su mano secó el espeso semen que había derramado el joven en sus mejillas y frente .
Su esposo prácticamente le ordenó a acercarse donde brindaba con el caucásico hombre que sin perder tiempo comenzó a mordisquear los enhiestos pezones y a acariciar las nalgas con pasión.
Toda la noche hasta entrada la madrugada, el hombre la hizo gozar sin descanso, entretanto su esposo seguía filmando ese sin igual encuentro sexual. Ya casi para finalizar el mismo y estando Rosalía cabalgando sin freno sobre el desconocido, agitando los senos y lanzando aullidos de placer, el esposo se animó a participar. Separó las carnosas nalgas con las dos manos y desvirgó el ano de su mujer. Gruesas lágrimas de dolor y pasión salieron de los ojos de Rosalía y un extraño vigor renovado había vuelto en su esposo.

ROSALIA: UN HOMENAJE AL SEXO HECHO - I

Conocí a Rosalía hará unos 6 años, de forma casual. Un anuncio en una web que me interesaba me llamó la atención. Casi al momento recibí respuesta a su correo y a partir de ahí entablamos algo que ya es común en estos días: una amistad virtual. Pronto me envío fotos de ella: Rosalía tenía ya 40 años y estaba en su máximo esplendor. Sus piernas lucían hermosas como a los 30 años que había sido modelo de medias de Victoria Secrets. Sus hermosos senos mantenían su turgencia a pesar de los dos hijos que había dado de lactar. Finalmente unas poderosas caderas (104 cm) y un hermoso trasero llamaba a voltear a su paso. Pero lo más hermoso en ella era la facilidad para comunicarse, su claridad en su forma de ver la vida y muchas otras cualidades que hacían placentera y diría “adictivas” las charlas con ella. Un buen día me comentó algo muy particular y sorprendente para mi, hasta ese entonces. Ella se había casado muy joven, con su primer amor, un hombre bastantes años mayor que ella. Hasta los 39 años su vida había transcurrido en la más completa calma, con los altibajos de un matrimonio de tantos años y con las cortapisas morales que imponen la sociedad de nuestra América. Sin embargo algo iba a cambiar su vida. Ella trabajaba con su esposo, cumpliendo labores de apoyo profesional y en virtud a ello lo acompañó un día a un evento internacional. Ella siempre fue muy recatada para vestir como queriendo esconder las extraordinarias curvas corporales que le había dado la naturaleza pero el día de la clausura del evento tenía que ir con vestido de fiesta, para lo cual fue a una tienda cercana y no había algo adecuado para su talla y para sus rectados gustos, así que tuvo que escoger un vestido algo escotado y bastante más corto de lo que usualmente usaba. Al entrar a la fiesta, de la mano de su esposo, múltiples miradas se posaron en cada centímetro de su cuerpo y sintió algo nuevo a lo que había experimentado hasta ese día. Una extraña mezcla de placer y bochorno se mezclaron en ella y miraba sorprendida como su celoso esposo, orgulloso la presentaba a sus colegas de diversos países. Tomaron asiento en una mesa en compañía de dos parejas más con quienes departió toda la noche. Como su esposo no era aficionado al baile y ella sí, aprovecho que llegó un colega solo y bailó sin parar toda la noche. Su ocasional pareja era algo más joven que ella y gran bailarín a la par que bastante inquieto con las manos, las que no perdían el tiempo en aprovechar el baile para aprisionar su cuerpo con el de ella y acariciar su cintura y sentir el agitar de sus senos, que se estremecían ante la cercanía de un hombre que no era su esposo. Adicionalmente lo que ella le sorprendía sobremanera como su hasta ese día celoso esposo, no ponía ninguna objeción a una noche de baile y atrevimientos del joven colega. Al concluir la reunión, se fueron a su habitación que era en el mismo hotel donde había sido la fiesta. Esa noche su esposo la poseyó con furia y con unas ganas, que a pesar de ser ella una hermosa mujer, ya se habían ido con la rutina de casi 20 años de matrimonio. Un extraño fuego se había prendido y le depararía nuevas sorpresas. Aprovechando unos días de vacaciones y a fin de alejarse de la vida diaria del hogar; el esposo le propuso quedarse en esa ciudad y gozar de las comodidades de aquel resort marino. Como no había estado programado ello, tuvieron que ir de compras para adquirir una ropa de baño y menuda sorpresa tuvo cuando su esposo escogió una minúscula tanga brasileña. Al regresar al hotel, fueron a su habitación y ella sorprendida le preguntó si esta prenda no era demasiada atrevida. El contestó que ya era hora que luciera el hermoso cuerpo que tenía. De esta manera, se puso aquella tanga y así bajaron a la playa del hotel. La diminuta tanga con las justas cubría sus nalgas; es más no las cubría, las dibujaba con morbo en tanto que el brasiere con las justas contenía sus desbordantes senos. Ya en la playa, muy cerca al lugar que ocupaban, un bronceado hombre caucásico de unos 60 años, lleno de vellos en el pecho y mostrando un cuerpo trabajado durante toda una vida, la observaba con un deseo inmenso. Rosalía se sentía turbada y prefirió echarse de frente a la arena para evitar tener que mirar las miradas cada vez más ardientes de aquel desconocido. Su esposo, a no dudar gozaba con el deseo que inspiraba aquel cuerpo escultural y lleno de vida. Sin embargo volvió a sorprenderle cuando súbitamente le indicó para retirarse de la playa. Aquel hombre que la miraba comenzó a lamentar su mala suerte, pero su esposo volvió a realizar una acción hasta ese momento impensada. Se acercó cortésmente al hombre y le invitó a compartir la cena de esa noche. Rosalía hervía de deseos, sin embargo su esposo no la tocó aquella tarde. Es más la ignoró sorprendéntemente.y al promediar la media tarde, luego de un rutinario descanso en la habitación le dijo que aprovechara el spa de aquel hotel y fuera a hacerse algún peinado o lo que le apeteciera. El se quedó en la habitación y ella bajó al spa sola. Al entrar recibió la indicación de quitarse la ropa y ponerse una bata que le alcanzó una de las empleadas. Al pasar a otro ambiente, le llamó la atención en un cubículo adyacente, un hombre color cobrizo intenso y de unos ojos profundos, al parecer un hindú, quien realizaba masajes en aquel spa. Dudando un poco, entró al cubículo y recibió unos masajes que en teoría eran relajantes pero para ella significaban combustible para el fuego en que se consumía su interior. Echada boca abajo fue masajeada de los pies a la cabeza por manos suaves pero firmes. Sin embargo su esposo le tenía más sorpresas: se había comunicado con aquél extraño para que pasara por su habitación antes de ir a cenar, para brindar con unas copas de champaña. Entre tanto bajó al bar y escogiendo a un fornido camarero, le pidió que le llevara 3 copas y una botella helada de ese licor a eso de las 8 de la noche. Luego bajó a la boutique del hotel y compró un juego de ropa interior negro, muy sexy y atrevido, unos ligueros negros y un par de medias negras también, así como unos zapatos de charol muy de moda, con tacón alto. Cuando regresó Rosalía a la habitación, ya eran las 7 de la noche y su esposo la instó a prepararse pues su invitado pasaría en una hora por ellos. Al entrar a la recámara, miró sorprendida la ropa que descansaba sobre la cama. Su esposo la acarició y le pidió ponerse aquella ropa con el vestido que había usado la noche de la cena de la empresa. Una vez que Rosalía ya se había puesto la ropa interior, las medias y el liguero, sonó el timbre de la habitación. Una voz desde el baño le pidió que abriera pues era “la camarera” que traía un pedido. Como el timbre sonó dos veces más con insistencia (así había sido instruido el camarero), Rosalía tuvo que abrir la puerta sin tener tiempo a poder ponerse algo encima.

INVITACION



Este blogg estará lleno de relatos, los mismos que inicio con una semblanza de Rosalía, como homenaje a una mujer que me hizo conocer algunos nuevos vericuetos desconocidos del sexo y con quien comparto una entrañable amistad.
También publicaré mis impresiones sobre el vasto mundo del sexo y recordaré momentos y mujeres con quienes gocé del sexo en sus más variadas manifestaciones, desde los 6 años hasta estos días.
Les invito a gozar de mis escritos y a compartir sus sugerencias y comentarios.