martes, 28 de abril de 2009

LA PRIMERA NOCHE SW DE ROSALIA

















A este hecho impactante en la vida de Rosalía, prosiguieron días de nuevo rutinarios pero era la quietud que antecede a una tormenta. Su esposo había estado averiguando un lugar en donde pudiera dar rienda suelta a sus más bajas pasiones y afiebradas imaginaciones: hasta había pensado en publicar un aviso en donde ofrecería a Rosalía como una call girl cualquiera.
Si embargo, la suerte estuvo del lado de ellos. Un día alguien les comentó que en una cuidad cercana organizaban en mansiones privadas reuniones que terminaban en orgías sin control. Con mucho interés logró ubicar una de estas casas y finalmente logró que alguien conocido les hiciera llegar una invitación.
Estas fiestas eran organizadas por un magnate que invitaba solo a parejas o en su defecto mujeres solas. Como era con invitación privada, quien invitaba era el responsable de invitar a mujeres hermosas y deseosas de mucho placer: dos requisitos indispensables.
La condición para permanecer en la mansión era que una vez adentro, los hombres deberían estar completamente desnudos y las mujeres también o lucir sus cuerpos en ropa interior.
Es así que un sábado, Rosalía y su esposo fueron a esa ciudad, se alojaron en un motel y ahí se cambiaron de ropa. Rosalía se puso un vestido de licra que con las justas lograba cubrirles sus carnosas nalgas pero si dejaba entrever los encajes de las medias. Como el vestido era tan apretado, con las justas pudo ponerse una tanga hilo dental y dejó de usar brasiere. Sus senos eran contenidos con las justas por el escote profundo del vestido. Su esposo JD. se puso ropa deportiva y así fueron a la reunión. Previo a ello, JD sometió a una sesión masturbatoria de casi una hora a Rosalía, a fin de que llegara a la reunión con todos los sentido ya desbordados.
Al llegar a la mansión un guardia de seguridad, les solicitó la invitación y al mostrársela, se les permitió el ingreso a la misma. Al llegar al salón de recepción fueron recibidos por una señora ya madura pero de exquisitas formas, quien les dio la bienvenida y les puso al tanto de las normas de conducta durante la fiesta. Desde ya les advirtió que el personal de servicio solo era para ello y que no participaban en ningún juego sexual con los invitados. Algo lamentable, pensó JD, pues nomás al girar la cabeza vio a dos camareras con unos cuerpos impresionantes, en tan solo tangas y medias negras, desplazándose por la sala.
Con las advertencias del caso, entraron a la casa y lo primero que vieron fue a un corpulento hombre de raza negra sentado en un sillón de cuero y arrodillada junto a él a una mujer de unos 30 años, que mamaba su enorme verga con unos deseos inconmensurables. Detrás de ella estaba una mujer también negra, de porte andrógino, que la empalaba por el culo con una verga artificial sujetada con un arnés.
Avanzaron un poco más y de la sala principal, surgieron voces alborotadas. Se acercaron al ruedo y vieron como un hombre de baja estatura ofrecía en remate el hasta entonces ano virgen de una mujer de talla mediana, piel muy blanca, cabello largo y negro y de un cuerpo escultural. Enormes senos vencían la gravedad y se sostenían firmes y terminados en unas aureolas rosadas y largos y erectos pezones. La cintura de esta mujer era sorprendentemente estrecha y ello hacía más espectaculares sus caderas. Las piernas blanquísimas desnudas entreabiertas mostraban un sexo totalmente depilado.
A una orden del hombre, la mujer se dio vuelta y dejó a expensas de una jauría de hombres que ardían en deseos, unas impresionantes nalgas. La mujer se agachó dando espaldas al auditorio y de las gargantas de los hombres salieron rugidos de placer. La mujer haciendo caso omiso a tanto alboroto, abrió las nalgas y dejó al descubierto un ano rosado a todas luces virgen. Antes de seguir, el hombre explicó el procedimiento del remate y para dar pruebas de la virginidad de la joven, invitó a alguien del grupo a que subiera al escenario. Un hombre de edad ya madura fue el elegido y se le alcanzó un frasco con un gel con el que se untó el dedo y procedió a meter el dedo en el estrechísimo ano de la mujer. Un intenso gemido se escuchó en el salón, en ese momento en total silencio. Ni corto ni perezoso, el hombre siguió metiendo y sacando su dedo en el virginal ano hasta que entre aplausos y rugires bajó del escenario.
Para ese entonces Rosalía ya se había despojado de su vestido y entremezclada entre una casi totalidad de caballeros, comenzó a ser parte del “remate”.
Un hombre al darse cuenta de la presencia de Rosalía se acercó a ella y se colocó detrás de ella y comenzó a frotar su miembro en las nalgas de Rosalía. No se atrevió a penetrarla pero solo el constante sobajeo hizo que en pocos minutos, se viniera sobre ellas. Como los chorros de semen habían sido varios, algunos de ellos llegaron a mojar las medias y hasta los zapatos de Rosalía.
La constante puja por el virginal ano, animó a Rosalía y luego de una intensa competencia, para la sorpresa de todos los hombres, el ganador no era un hombre, sino una ganadora, Rosalía.
Subió al escenario y ante las exigencias de los espectadores fue casi “obligada” a besar a la mujer que había sido “sujeto de remate”. Sin embargo no fue solo un beso. Las pasiones se desbordaron y a cada beso y a cada caricia era correspondida con ardor por la dama y así delante de todos sostuvo un frenético encuentro amoroso. Su esposo miraba con sumo placer todo lo que ocurría en el escenario.
Pero en medio de ese encuentro lésbico, subió el hombre negro que Rosalía y JD habían visto al entrar y sin más ni más, cargó en cada uno de sus hercúleos brazos a ambas damas y las bajó del escenario y se las llevó a un cama que estaba en un cuarto contiguo.
El grupo de caballeros se dispersó y el único que les siguió fue JD, quien fue testigo de cómo salvajemente fueron penetrados los sexos y los culos de ambas. La dureza de la verga de ese hombre era digna de todo un record y a pesar de haber tenido por lo menos 5 eyeculaciones, siguió haciéndoles gozar a las dos.
Al rayar las primeras claridades del día, Rosalía y JD salieron de la mansión, totalmente satisfechos pero en el que había sido escenario del aquel remate anal, una mujer algo gordita estaba de rodillas en medio de un grupo de hombres que se masturbaban sin cuartel. Esta mujer a su vea mamaba las vergas que tenía a su alcance no importando si eran dos o tres a la vez. Se acercaron para ver el final y entre gemidos de la mujer y gritos de los caballeros, la mujer era bañada inclemente por espesos chorros de semen disparados por todos los ángulos. 12 hombres arrojaron su semen sobre la cara, senos, espalda y hasta las piernas de la mujer quien solo vestía un hilo dental y unos zapatos de charol rojos.
Con este espectáculo en sus retinas, Rosalía y JD abordaron su auto y se retiraron de aquella mansión.

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