jueves, 30 de abril de 2009

ELVIRA: UN CUERPO LLENO DE FUEGO



En mis tantas correrías, una amiga me comentó que tenía una amistad que quería conocer caballeros sin fines serios. Es decir sola para pasar un buen rato y disfrutar de encuentros sexuales. La idea me pareció extraordinaria y quedamos que fuera a su departamento a encontrarme con Elvira, que así se llamaba esta dama. Llegó el día convenido y fui a un departamento ubicado en una zona media de la ciudad. Llevé una botella de vino, el mismo que empezamos a brindar con Emma mientras llegaba Elvira. Luego de una breve espera llegó Elvira. Era una mujer de unos 35 años, de rasgos orientales y de un lindo cuerpo. Vestía un conjunto bastante recatado pero sus poderosas caderas no podían ser disimuladas. Usaba zapatos de tacón alto lo que la hacía más alta, mediría unos 1.70 m. Nos saludamos y Emma se disculpó de seguir acompañándonos pues tenía un compromiso. Dicho y hecho nos quedamos solos, sentados uno al lado del otro y brindando con un rico vino blanco heladito. Rápidamente congeniamos y aproveché una broma para tomarle la mano y medio en broma le dije que mejor sería si le tomara el muslo. Elvira aceptó el reto y me dijo que efectivamente. Sin más, aproveché la ocasión y ávido comencé a acariciarle no uno sino ambos muslos. Sus hermosas piernas estaban enfundadas en unas deliciosas medias de licra negra lo que hacía más sensuales las caricias. Los muslos firmes y bien trabajados lucían espectaculares. Elvira rápidamente se mostró excitada y no dudé un minuto en subir las caricias hasta su sexo. Afortunadamente no usaba pantyhose sino medias sujetas por un liguero. Así que fácilmente tomé posición de su caliente sexo y masturbé con avidez. No solo metí los dedos sino estimulaba su clítoris. Su sexo hervía de deseo y chorreaban sus jugos fuera del mismo. Elvira me besaba con pasión mientras sus mano ágiles me había sacado el sexo del pantalón y lo corría de arriba a abajo con furia. En un descuido de ella me liberé de sus besos y comencé a mamarle los senos, que eran pequeños pero con unos pezones grandes y duros por la excitación. Intensos gemidos llenaron la sala donde estábamos. Realmente Elvira era un volcán de pasiones. Con algo de esfuerzo logré zafarme por unos segundos de sus manos y de sus besos. Me saqué la ropa y le pedí que se pusiera de pie. Ya de pie, fue fácil desnudarla hasta dejarla en solo medias y ligueros: Era un espectáculo digno de un encuentro sexual como el que vivíamos en ese momento. La sometí a penetraciones en las más variadas formas y casi al finalizar me exigió que le “rompiera el culo”. Le puse en pose de “perrito” y le unté el ano con un gel y sin más ni más comencé a cabalgarla desde atrás, bien sujeto de sus caderas penetré su culo sin piedad. Aullidos de placer salían de lo más profundo de su ser. Nos revolcamos una y otra vez. Fue una noche y su madrugada de placer. Inolvidable Elvira con quien mantuvimos relaciones por unos largos 8 años.

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