miércoles, 29 de abril de 2009

UN NUEVO ENCUENTRO, NUEVAS SENSACIONES


Pasada la visita a la mansión y creciendo los deseos por nuevas sensaciones; la pareja empezó a buscar otras alternativas. Sabiendo que en un balneario próximo, en una ciudad fronteriza, podían encontrar alternativas sin tener que poner en riesgo su intimidad; se dirigieron allá un fin de semana. Llegaron a un resort a donde iban muchos extranjeros. En la recepción cruzaron miradas con un hombre de edad ya avanzada, diríamos unos 70 años, quien caballerosamente les saludó con una venia. Rosalía vestía un pantalón ceñido al cuerpo y un top que dejaba ver su voluminoso busto a la par que no tapaba la zona baja de su cuerpo. Luego de registrarse subieron a su habitación y grande fue su sorpresa al constatar que el caballero al que habían visto en la recepción subía con ellos en el ascensor y luego mayor fue su sorpresa al constatar que era vecino suyo. JD, el esposo de Rosalía, rápido pensó que este caballero era la “presa” ideal para un fin de semana lleno de emociones fuertes; pero la duda era si este señor era suficientemente capaz de aguantar el arrollador ritmo que imponía Rosalía a sus encuentros sexuales. Sin embargo, pensó JD, esto no era un limitante. Si no era capaz, nada habrían perdido. Sin embargo algo le hacía presumir a Rosalía que aquel hombre ya mayor, podría ser el amante que estaba buscando para satisfacer sus cada vez más demandantes deseos de placer. A fin de ver la posibilidad con el “vecino de habitación”, JD averiguó su número de extensión telefónica y le llamó. Le invitó a tomar un trago en su suite a lo que el señor agradeció y prometió estar a la hora convenida. Para ello Rosalía se puso una minúscula minifalda roja que había comprado para ese fin de semana y una blusa negra, cuyos encajes dejaban ver sus espléndidas tetas. A las 8 de la noche, tocaron el timbre de la suite y la encargada de abrir fue Rosalía. El caballero entró y saludó muy respetuosamente con un beso en la mano de la dama y elogiando su belleza. Rosalía lucía un par de medias, tipo “fishnet” que hacían más llamativas aún sus bien torneadas piernas. JD salió a la sala de la suite y saludó a R, así se llamaba el visitante de esa noche. Se sentaron en los sillones de la sala y por indicación de JD, Rosalía se sentó al lado de R y él frente a ellos. Luego del brindis, JD puso música bailable en el canal de música de la habitación, mientras Rosalía no dejaba de ser observada por R. A fin de darle un poco de confianza a R, JD pidió permiso para hacer unas gestiones en la recepción del hotel e invitó a R a permaneces en la suite compartiendo con su esposa. Al verse ya solo, R no tardó en empezar a acariciar las piernas de Rosalía, quien hizo un intento poco creíble de frenar a R quien más bien aprovechó para arrodillarse entre las piernas de Rosalía, subirle algo la falda que de por si ya dejaba ver gran parte de las piernas y comenzar a lamerle el sexo. Rosalía no pudo aguantar ya las embestidas de R y comenzó a gemir con fuerza a cada arremetida contra sus labios, su clítoris en tanto que las manos de R ya se había posesionado de sus nalgas y las apretaban con una furia salvaje. Los 70 años de R no fueron ningún contratiempo para proporcionarle a Rosalía de intensas caricias. R aprovechó una pequeña pausa para sacarse el pantalón dejando ver una magnífica verga, con una cabeza prominente y roja; un lomo grueso y lleno de gruesas venas y un par de testículos grandes. JD aparentemente “demoró” unas dos horas en regresar aunque la verdad era que estaba en la habitación contigua mirando como su mujer era penetrada con furia no solo por la vagina sino también repetidas veces por el culo, aguantando a pie firme los ataques de una verga inmensa. Fingiendo regresar, JD entró a la suite y “encontró” a su mujer mamando con desesperación la verga a R. JD al mirar este cuadro; se desvistió y exigió el mismo “tratamiento”. R ya parecía terminar por lo que le tomó del cabello a Rosalía y penetraba su boca más intensa y profundamente. De pronto en el rostro de R se vieron los estertores propios de un orgasmo y la boca de Rosalía se lleno del viscoso elixir que al no poder ser contenido en la boca comenzó a chorrear por las comisuras de los labios. R fue amante “oficial” de Rosalía por un buen tiempo, unos 8 meses pero sus exagerados celos y las necesidades apremiantes de amantes más “rendidores” hizo que se acabara este romance.

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